Laurus nobilis L.
LauraceaeEl laurel es una especie que formaba auténticos bosques en la primitiva vegetación del sur de Europa, las laurisilvas, ya desaparecidas por sucesivos cambios climáticos; reliquia de aquellos ecosistemas quedan aún en algunos escondidos valles fluviales al sur de la provincia de Cádiz. Ha sido siempre en sus regiones de origen una planta muy querida por las virtudes aromáticas, gastronómicas y terapéuticas de sus hojas: en al-Andalus se usaba con frecuencia, para aromatizar vinos y en la elaboración de numerosos platos. Con el aceite de laurel junto con aceite de oliva se fabricaban jabones aromáticos. En la Antigüedad fue el signo de gloria por excelencia. Hay una leyenda, narrada por el poeta latino Ovidio, que relaciona a esta planta con el dios Apolo, el cual, al no poder gozar del amor no correspondido de Dafne, la convirtió en laurel. Al estar dedicado a este dios, que es tanto como el Sol, el laurel ha estado desde la época clásica asociado a la virtud y a la fama, literaria o militar, de ahí que la corona de laurel fuera un premio máximo tanto para emperadores como para poetas y artistas. Durante la Edad Media se coronó con sus hojas a los universitarios graduados, costumbre de la cual deriva el término baccae-lauri, bachiller. En el Renacimiento, con la recuperación intencionada de la mitología clásica que caracteriza a este momento cultural, el laurel volvió a tomar fuerza como símbolo de la victoria y de nobleza al que alude su nombre específico: nobilis. Así, Carlos I, que celebró sus bodas en 1526 en el Real Alcázar, aparece retratado con coronas de laurel en los relieves de la galería alta del Patio de las Doncellas, como si fuera un nuevo césar. Carlos I había salido victorioso de la campaña de Túnez contra los turcos, hecho este que podemos ver representado en una de las más espectaculares series de tapices del Real Alcázar.